Historias del Sendero Migrante
Un grupo de migrantes se reunió el 12 de octubre de 2018 en San Pedro Sula, Honduras y formó una Caravana. Hombres, mujeres y niños comprometidos a ayudarse mutuamente a viajar hacia los Estados Unidos, con el sueño de un futuro mejor. -La unión hace la fuerza- es la idea de estas caravanas de migrantes, que han aumentado en frecuencia y números.
Para este proyecto, fotografié retratos de los dos participantes de la caravana y sus testimonios, para agregar contexto a los motivos de estos inmigrantes y solicitantes de asilo. Coloqué un fondo blanco en el campamento temporal en la Ciudad de México, donde descansaron durante varios días. Llevé el fondo blanco a la carretera, mientras ellos abordaban remolques y dormían en estacionamientos. Y finalmente fotografié en Mexicali, a tres horas en auto de Tijuana. En Mexicali me enfoqué en un albergue conocido como el Hotel Migrante.
El futuro para estos inmigrantes y solicitantes de asilo es tan incierto como el día en que abandonaron su país de origen, pero hoy en día, su viaje continúa.
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“Tres sujetos me encañonaron. Así llegaron. Me quitaron lo que tenía. Miré en el programa de la caravana y la misma noche yo salí. En la madrugada. Era como la 1 de la mañana,”
dijo Eduard Manuel Manzanares de 26 años, mientras descansa en un campamento temporal en Palmillas, Querétaro, México. Manzanares viaja con su novia, Diana María Sarmiento Ramírez, también de 26 años. Ambos son de San Pedro de Sula, Honduras.
María trabajaba en un spa, pero cerró debido a los problemas económicos; entonces ella decidió que necesitaba irse para encontrar un trabajo. Dejó a su hija de 6 años con su familia. “Ahorita está enojada, no me quiere hablar. Porque me vine. Está enojada, no me quiere hablar. Me siento muy mal por eso. Pero es por ella también. Para sacarla adelante.”
Muchas personas en Honduras han sido víctimas de lo que han llamado impuesto de guerra, escindido por las pandillas; extorsión que el crimen organizado hace a muchos negocios, el cual representa un gran porcentaje de sus ingresos.
“El temor más grande que tengo yo es regresar a Honduras. Es el temor más grande que yo tengo, pero del camino no. Lo que me toca, me toca. Pero no vuelvo a Honduras, la verdad.
“Somos personas pobres, no tenemos como pagar la renta a veces no tenemos para la comida en la familia. Ya el dinero está devaluado. Un huevo cuesta 3/ 3,50 lempiras y lo que ganamos al día los campesinos son como 100/ 120 lempiras. Y eso no nos rinde nada”
Alex Amaya de 39 años con su hijo Dani Amaya Perdomo de 16, en el “Hotel Migrante” en Mexicali, México.
“Como alla en Honduras es tanta la delincuencia que por quitarle algo a una persona lo matan. Al tío de mi papá le quitaron la vida por robarles 800 lempiras.”
“A mí muchas cosas me hicieron dejar el país. Una, por la discriminación que hay en Honduras,”
dice Jordan Yalir alias La Tuti, una chica trans de 23 años originaria de San Pedro Sula, Honduras. Unos días antes unirse a la caravana, fue atacada por un grupo de hombres de camino a la Universidad.
Dejó su casa a muy temprana edad, sus padres no la aceptaban y rechazaban cualquier forma de homosexualidad.
Yo dije basta, yo aquí no sigo.
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